“Este libro bien podría titularse „la literatura realista hispanoamericana” o „”la literatura mágico-realista en Hispanoamérica”, si tenemos en cuenta la confusión terminológica existente a esta fecha entre los demasiado discutidos conceptos de fabtástico, realista o mágico-realista.
Vamos a tomarlos por turno y pasar revista a las principales opiniones críticas que han venido perfilándose en los últimos decenios alrededor de ellos.
En primer lugar, lo fantástico. Uno de los libros esenciales sobre lo fantástico es el de Tzvetan Todorov, titulado Introduction à la littérature fantastique, publicado en 1970, que define el término de fantástico en relación a una reacción del lector, llamada „vacilación”: „L´hésitation du lecteur est donc la première condition du fantastique“ (pág. 36). Para Todorov „la vacilación” es un término de referencia extremadamente importante por cuanto sólo en función de éste concepto se puede distinguir entre el fantástico puro, de una parte, y unas sub-especies (o variantes) como el fantástico extraño y el milagroso, de otra parte. Desde esta perspectiva, lo fantástico resulta ser un concepto ambiguo, inconsistente y transitorio en extremo, ya que es dejado a la voluntad del lector, el cual decidirá, desde luego, en función de coordenadas sicológicas y culturales suyas, si un cuento pertenece o no al género fantástico. Cualquier desliz hacia una posible interpretación en clave sobrenatural anula y aniquila lo fantástico, haciéndolo caer en uno de los territorios limítrofes: lo extraño, si el lector decide que las leyes naturales quedan intactas y permiten una explicación lógica, aceptable, de los fenómenos descritos, o su contrario, lo milagroso, cuando, al contrario, decide que el fenómeno no puede ser explicado más que mediante la admisión de unas nuevas leyes del universo real, o, a través de la intervención de unos seres o potencias sobrenaturales. Asimismo, no debe olvidarse la interpretación en clave alegórica, teniendo, ésta también, la virtud de aniquilar lo fantástico. Éste perduraría, pues, tanto tiempo cuanto perdura la „hesitación” del lector. En el momento en que haya optado por una solución explicativa, en un sentido u otro, lo fantástico dsesparace, esfumándose como niebla derretida por los rayos del sol. El fantástico sería, pues, un momento temporal evanescente, el de la „hesitación” u oscilación entre dos o varias soluciones explicativas.”
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